¿Por qué juzgamos al prójimo sin tener fundamentos?
Uno de los puntos débiles de todo ser humano es su manera de adelantarse a juzgar a los demás sin conocer los detalles, con solo mirar algo o, peor aún, si alguien le cuenta alguna información sobre otra persona, se apresura a emitir comentarios que siempre terminan alejados de la realidad.
Recordemos que aunque tengamos los fundamentos para hacerlo, no somos quién para juzgar a nadie.
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Esta vez les traemos una reflexión sobre este importante tema.
¿Por qué juzgas a tu prójimo sin saber los detalles?
«Había dejado su hacha como de costumbre clavada en el tronco que usaba de apoyo para cortar leña para su hoguera. Pero aquella mañana el hacha no estaba allí. Evidentemente alguien la había tomado sin permiso. Era un robo.
Comenzó a observar al hijo de su vecino durante los días siguientes. Todo parecía indicar que él había robado su hacha. Su mirada esquiva, la forma de saludar, los amigos que frecuentaba… Cuando estaba a punto de increparlo aquella hacha apareció en otro lugar y este hombre recordó que la había dejado allí y no en el tronco como él pensaba. A partir de aquel día, el saludo hacia el muchacho cambió y también cambió la forma de saludar de él. Ya no parecía más un ladrón sino un joven vecino común y corriente.
Así es el corazón del ser humano. Ve las cosas según lo juzga. Inconscientemente realiza un juicio premeditado en su corazón y ese sentir condiciona su actuar y pensar.
Así, juzga lo que no entiende y habla de lo que no sabe, pero habla, y en eso consiste su mal. Peor aún es la situación del que critica con el deliberado propósito de hacer mal. Por supuesto, las personas que actúan así te dirán que nunca buscaron hacerte daño. Pondrán caras ingenuas y dirán que es su deber decir la verdad.
Pero detrás de su máscara se esconde un mal antiguo. El problema no está en las palabras en sí sino en el carácter de quién las pronuncia. Por eso Jesús dijo: “De la abundancia del corazón habla la boca.
El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca buenas cosas, y el hombre malo, de su mal tesoro saca cosas malas”. (Mateo 2: 34 – 35). Ante tanta amenaza potencial en esta sociedad competitiva en la que nos toca desenvolvernos, debemos ser muy cautelosos antes de juzgar al otro. Nuestro propio temor hacer avasallados nos puede jugar en contra perdiendo así amistades, matrimonios, hijos y vecinos. No olvides que un juicio apresurado solo te apresura al juicio.»
Mateo 7: 1–3
1 No juzguéis, para que no seáis juzgados.
2 Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.
3 ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?
Pablo Martini / Una Pausa en tu vida