Las fábulas, a pesar de ser un invento del hombre guardan reflexiones profundas, cuentan historias a través de las cuales se ve reflejada en muchos casos nuestra ignorancia, es allí donde podemos detenernos a meditar y llegar a certeras conclusiones.
Cuenta una fábula que tres monos discutían fervientemente sobre la teoría de la evolución.
Uno de ellos manifestó: “He oído hablar por ahí que el hombre desciende de nuestra noble raza. ¡Qué locura! ¡Qué osadía! ¿Cuándo se ha visto una mona abandonando a sus hijos, hacerles pasar hambre por andar callejeando por ahí y peor que eso matarlos desde su propio vientre?... Por supuesto que no, exclamó otro.
“O ¿cuándo se ha visto que un mono invente una arma para matar a miles de su misma especie? Jamás, acotó el siguiente, añadiendo: ¿O que alguien de nosotros construya una cerca alrededor de una palmera para dejar que los frutos se pudran antes de permitir que otros monos puedan alimentarse con ellos? ¡Qué tremendo exclamaron los tres al unísono!
¿Que el hombre desciende de los monos? Es la idiotez más grande que he escuchado, manifestó el primero. Y todos se retiraron riéndose para dirigirse a su comunidad y continuar viviendo en paz y compartiendo todo.
Es verdad que los humanos descienden, pero en la continua depravación.
Claramente debemos diferenciar depravación y no degradación, porque los humanos no somos una especie degradada, si fuera así diríamos que en el principio de los tiempos estuvo bien, sin daño, en estado ideal y que poco a poco comenzó la degradación.
Sin embargo esto no es así, la raza de Adán, nuestro ancestro más lejano es una raza pecadora desde que él se inclinó al pecado.
Veamos también qué pasó con el primer humano nacido de un hombre y una mujer Adán y Eva: Caín. Cómo fue él: envidioso, celoso, mentiroso y para colmo asesino.
De donde se deduce que desde el pecado del hombre jamás estuvimos bien, desde ese momento fuimos así: pecadores y depravados.
El mismo Pablo en Romanos 7:18 menciona: “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo”.
Por ello como seres humanos que somos, así de esta manera, necesitamos una redención total y para eso vino Cristo, para darnos una regeneración completa.
Él nos demostró que es inútil todo esfuerzo humano por mejorar.
Nos ofrece su vida perfecta morando en nuestro interior, capacitándonos día a día en su sabiduría y ayudándonos mientras dure nuestra existencia en esta tierra.
Jesús nos ofrece la vida eterna, librarnos de esta humana tendencia al mal y darnos nuevos cuerpos allá en el cielo. Podría sonarte fantasioso, pero no lo es, esto es real, créelo.
Con información relacionada al escritor Pablo Martini